
“Me gustan los hombres”. Mi madre se acercó lentamente hacia el salón. Mi padre levantó la vista del periódico. “Qué susto me has dado, hijo, pensé que ibas a contarnos una desgracia” – dijo mi madre – “Nosotros te apoyamos”. Y entonces una sensación general de alivio invadió todo mi cuerpo.
“¿Tú estás seguro de lo que dices, hijo?” – inquirió mi padre. “Totalmente” – respondí yo.
Mi padre se levantó de la butaca sin mediar palabra, cambió sus zapatillas de andar por casa por unos zapatos, se dirigió a la puerta y se fue. Yo hice amago de ir tras él, pero mi madre me detuvo: “Déjale, ya volverá”.
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